viernes, 7 de enero de 2011

LA PELICULA DEL AÑO PASADO


No, no vamos a caer en la tentación de hacer la lista con lo mejor del año, sobre todo porque el riesgo de que el concurso quede desierto es alto. La cosa no va por ahí. Hace algunos años, una televisión británica, creo que fue la BBC, organizó un curioso concurso. Se trataba de elegir a los iconos más relevantes de la historia del cine. Esos que han atravesado generaciones y barreras, que están en la mente de todos, y que configuran el imaginario cinematográfico de cualquiera, aunque no sea aficionado. Si no recuerdo mal se buscaban a los diez más significativos, pero al final decidieron duplicar el número dada la avalancha de nombres y la variedad. El resultado arrojó los esperados: Bogart, Chaplin, Marilyn, Groucho, Brando, Dean o Rita Hayworth. También hubo curiosidades como ET, Tarzan, la mona chita, Shirley Temple o Rocky. Pero de todos ellos, para mi sin duda el más sorprendente por inesperado fue el que si no me equivoco ocupaba el puesto nº 17: El monolito de 2001.
No se si en la Metro tuvieron en cuenta tal circunstancia a la hora de acometer “2010:odisea dos”. El impacto del film de Kubrick y del monolito en particular eran entonces y son hoy incuestionables. La empresa de una continuación sin duda tenía tantos atractivos como riesgos, los cuales terminaron pasando factura a la película, y de que manera…Y es que estamos hablando de un puntal básico de la ciencia ficción, y por tanto intocable. Los más agoreros, que eran muchos, no tardaron en llegar: ¿Alguien concebiría La Gioconda 2, o Hamlet 2, o la flauta mágica 2?
Al parecer, por otras razones, Kubrick y el estudio pronto se pusieron de acuerdo al respecto. El primero no confiaba del todo en la novela de Arthur C. Clarke que iba a servir de base, y el estudio siempre consideró al británico como un cineasta de difícil comprensión, muy críptico y complicado, difícil en los rodajes, y que encima menospreciaba al público al interrogarse, como hizo en más de una ocasión, si todo el mundo estaba preparado intelectualmente para ver su cine. El divorcio de mutuo acuerdo fue por tanto cuestión de días.
Finalmente se hizo cargo y con notable entusiasmo Peter Hyams, que se involucró absolutamente en el proyecto, escribiendo el guión, dirigiendo la fotografía y asumiendo la producción y dirección total del film. El estudio, también puso lo mejorcito del momento ( Patricia Norris y Albert Brenner en el diseño de producción o Richard Edlund en los efectos visuales). El resultado es una película menospreciada de la que ya nadie se acuerda, ni siquiera para ser proyectada como experimento en el año en el que dicen sucederse los hechos narrados.


Y es que comparar “2010” con su predecesora es un absurdo, ya que poco o nada tienen en común, ni temática ni visualmente. Allí donde “2001” plantea incógnitas “2010” parece empeñada en resolverlas, y eso los muchos seguidores fanáticos de la primera no lo perdonarán jamás. No obstante, el resultado, en términos cinematográficos, me parece honesto. Y pese al lastre de cuestiones coyunturales en el guión, se aprecia y mucho el esfuerzo narrativo y visual de Peter Hyams, el cual era considerado en esos momentos un joven valor en alza dentro del género fantástico debido a sus dos films “Atmosfera Cero” y “Capricornio Uno”.
Y ahí se centra el autentico handicap de la cinta, puesto que ninguna de las dos cintas citadas pertenece realmente al género. La primera en realidad es un western y la segunda una parábola política. Lo mismo sucede con “2010”, que resulta una suerte de viaje a la galaxia planteado desde premisas hiperrealistas, casi como un neowestern de pioneros transmutados en cosmonautas que sudan, sufren, y padecen un miedo a lo desconocido tangible y muy reconocible, humano y muy real. Solo que del itinerario en carromato por las praderas pasamos a la tecnificada nave espacial.
Vista hoy, si nos olvidamos de su precedente, la película se puede disfrutar. El estilo visual es particularmente limpio y elegante, y en contra de la opinión mayoritaria, considero que posee set-pieces de auténtico cine, donde el manejo de las imágenes y la utilización del montaje y el sonido ofrecen pequeñas gemas. Es el caso del momento en que se manda una sonda no tripulada a Europa, donde la utilización de los recursos del tempo cinematográfico y el suspense demuestran la labor de un auténtico director. Otro tanto sucede en la pieza del frenado aereo o el viaje de los dos cosmonautas desde la nave Leonov hasta el Discovery.
El oficio de cineasta, la honestidad artesanal capaz de sobreponerse a un guión con lagunas, el empleo correcto de los recursos visuales, el saber convertir el espacio cerrado de una nave y el abierto del cosmos en un personaje decisivo, cotizan mucho menos que las pretensiones intelectuales y visionarias.
De cómo afectó a Peter Hyams el fracaso de “2010” da cuenta su posterior y errática carrera. No obstante, parece ser que una de las pocas satisfacciones gratas que le quedan del proyecto, según él mismo cuenta, es una reconfortante conversación años después en un café de Londres con Stanley Kubrick, a petición de este último. El contenido de la misma: desconocido, como el propio monolito.        

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